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40 sueños truncados por tragedia en Juárez; jóvenes, mayoría de las víctimas 

Estos son los rostros de las personas fallecidas en el incendio de la estación del Instituto Nacional de Migración el pasado 27 de marzo; Excélsior detalla cómo los recuerdan sus familiares

Las 40 personas que hace dos semanas murieron en el incendio de la estancia migratoria de Ciudad Juárez, Chihuahua, se convirtieron en símbolo de la violación de los derechos humanos de los extranjeros que pasan por México.

A quien observe, las fotografías de esos rostros a primera vista poco o nada le transmitirán, salvo que en su mayoría son personas —como se acostumbra decir—, “con la vida por delante”, jóvenes, veinteañeros.

Al mirar con mayor detenimiento se puede apreciar en esos rostros el anhelo de un sueño, esperanza; también incertidumbre, inquietud, quizá tensión. Así suelen ser los rostros de quienes migran de un país a otro.

Además de la percepción inicial, o cualquier otra que pueda tenerse, estos rostros tienen una particularidad: se trata de los rostros de la tragedia de Ciudad Juárez.

El pasado lunes 27 de marzo, la estancia del Instituto Nacional de Migración en Ciudad Juárez se convirtió en una pira. En minutos murieron 39 hombres, unos asfixiados por el humo que respiraron, otros calcinados; 11 más resultaron heridos de gravedad y días después murió otro al llegar a un hospital en la Ciudad de México.

Excélsior confirmó que en la lista original de muertos estaba un guatemalteco que permanecía hospitalizado, en cambio no aparece otro que sí murió, quizá porque el nombre de ambos es Diego; el herido (dado por muerto) es Suy Guarchaj y el no reportado (que sí falleció) es Tzaj Ixtós.

Entre las víctimas, cuyas historias narraron a este diario sus familiares, había jornaleros, un taxista, un peluquero y misioneros católicos.

Dos semanas después del incendio en la estación migratoria de Ciudad Juárez, con saldo de 40 muertos, en su mayoría jóvenes, ahora se conoce que entre las víctimas había jornaleros, un taxista, un peluquero, misioneros católicos, Excélsiorcontactó a sus familiares que esperan la repatriación de los cuerpos a Guatemala, Honduras y Venezuela; el único colombiano ya está en su país.

Hace dos semanas murieron en el incendio de la estancia migratoria de Ciudad Juárez, Chihuahua, 40 personas que se convirtieron en símbolo de la violación de los derechos humanos de los extranjeros que pasan por México.

Quien observe las fotografías de esos rostros, a primera vista, poco o nada les transmitirán, salvo que en su mayoría son personas —como se acostumbra decir—, “con la vida por delante”, jóvenes, veinteañeros.

Con mayor detenimiento se puede apreciar en esos rostros el anhelo de un sueño, esperanza; también incertidumbre, inquietud, quizá tensión. Así suelen ser los rostros de quienes migran de un país a otro.

Además de la percepción inicial, o cualquier otra que se pueda tener, estos rostros tienen una particularidad: se trata de los rostros de la tragedia de Ciudad Juárez.

El lunes del 27 de marzo de 2023, después de las nueve de la noche, la estancia del Instituto Nacional de Migración (INM) en el Puente Internacional Stanton-Lerdo, frente a la presidencia municipal de Ciudad Juárez, se convirtió en una pira.

En minutos murieron 39 hombres, unos ahogados por el humo que tragaron, otros calcinados; 11 más resultaron heridos de gravedad y días después murió otro al llegar a un hospital en la Ciudad de México.

Hasta ahora, con las consignaciones obtenidas por la Fiscalía General de la República (FGR) —hay cinco procesados, Daniel “N”, Rodolfo “N”, Gloria “N”, agentes del INM; el guardia de seguridad privada Alan “N”, y Jaison “N”, el migrante que habría iniciado el fuego—, subyace la impunidad.

El viernes 7 de abril comenzó la repatriación de los cuerpos; el primero fue el de Julián David Villamil Arévalo, el único colombiano de las 40 víctimas; los cuerpos de siete salvadoreños llegaron ayer por carretera; el grupo de guatemaltecos, los más numerosos, son 19, serán llevados a su país en avión esta semana, según información de las autoridades mexicanas y de la cancillería de Guatemala.

Algunos de los fallecidos han sido identificados por videoconferencias, como lo publicó Excélsior el martes pasado.

En la búsqueda de información sobre las 40 víctimas, Excélsior confirmó que en la lista original de muertos apareció un joven guatemalteco, que en realidad estaba hospitalizado y no aparece otro joven que sí murió, quizá porque ambos llevan por nombre Diego, el herido (dado por muerto) es Suy Guarchaj y el no reportado (muerto) es Tzaj Ixtós.

El origen que mueve todos los días a miles de personas que migran, principalmente en busca de llegar a Estados Unidos —con paso obligado por territorio mexicano— es tan diverso como su nacionalidad. El objetivo siempre es el mismo: darle un mejor futuro a su familia; salir de la pobreza; vivir mejor de como lo hacen en sus países de origen.

PROMETIÓ HERENCIA PARA SUS HIJAS

Miguel Rojché Zapalu nació en la aldea de San Pedro Cutzán, Chicacao (de origen maya Tz’utujil), departamento Suchitepéquez (palabra de origen náhuatl que significa cerro de las flores), Guatemala. Tenía 37 años, era padre de seis: cinco mujeres y un varón de tres años.

Sonia Petrona Rojché Petzey, prima hermana de Miguel, contó a Excélsior por qué salió rumbo a Estados Unidos el 19 de marzo a las cuatro de la madrugada, ocho días antes de morir en el incendio de Ciudad Juárez.

“Un día llegó Miguel y nos dijo (a su familia) que se quería ir a Estados Unidos; entonces nosotros le dijimos que qué iba ir hacer allá; aunque fuera lo poquito que estaba ganando, él podía estar acá —ganaba 95 quetzales al día, equivalentes a unos 220 pesos mexicanos—; y él dijo ‘no, yo ya decidí porque mis hijas…’ Él tiene dos niñas que ya no están estudiando, las más grandecitas, entonces, Miguel dijo: ‘Yo quisiera que mis hijas tuvieran un título; y yo estando acá, trabajando de jornalero yo no gano nada, y con ese dinero yo no voy a poder sacar a mis hijas adelante; entonces, yo me voy para allá, ya platiqué con mi esposa (Rosa Elvira Chiquibal Nabichoc), le prometí a ella comprarles terreno a mis hijas, darles herencia a cada uno’.

“Él decidió y nosotros nos quedamos tristes; le dijimos que si ya tomaste tus decisiones pues la respetamos, ten cuidado, nos pusimos triste toda la familia. En realidad, él lo hizo por las niñas”.

Consciente de la dimensión de la tragedia que vive su familia, Sonia Petrona dijo que “nunca nos imaginamos lo que le pasó”. Y contó que desde hacía varios meses su primo Miguel ya había planeado el viaje, que había pedido un préstamo. Nos dijo, ‘con este dinero yo voy a luchar, y voy a llegar,  voy a sacar a mis hijas adelante y les prometo que las voy a sacar’. Él habló cosas bonitas de que él iba a construir…”

La prima de Miguel recordó que “nosotros le decíamos qué vas ir a buscar allá primo… Toda la familia en espacial su papá (Francisco Roj-
ché Yac) le dijo que no se fuera. Y él le dijo: ‘Padre tengo que luchar, tengo que sacar adelante a mis hijas, porque aquí en Guatemala el dinero no es suficiente’. Él ganaba 95 quetzales al día, trabajaba en una bananera desde hace como cinco años; a veces se ponía a buscar trabajos de corte de limón; y teniendo seis hijos, el dinero no le alcanzaba y por ese motivo decidió irse para allá”.

Sonia Petrona contó que, desde su salida de la comunidad, la primera noticia de Miguel fue hasta el viernes 24 de marzo.

“Llamó el día viernes a su esposa. ‘¡Ya estamos en Ciudad Juárez!’, le dijo Miguel; nosotros teníamos mucha alegría porque ya le faltaba poco para llegar al otro lado”.

La prima de Miguel dijo que en la llamada telefónica a “la cuñada, le dijo Miguel que lo habían agarrado; la llamada la hizo desde el albergue de Chihuahua, fue a las 5:55 PM, ahí fue como nos enteremos de que él si estaba en el albergue de Chihuahua”.

Miguel y su sobrino Francisco Gaspar Rojché Chiquival viajaron por tierra. Los dos estuvieron detenidos en el albergue del INM.

“Entonces, ya el día lunes (27 de marzo) que nosotros vimos en las noticias que se había quemado ese albergue, entonces nos quedamos así, sorprendidos. Y ya después, en las redes sociales comentaron que sí estaba el nombre de él. Ya todos nos quedamos con desesperación, especialmente el padre, la esposa, las hijas que están con llanto de que ellas exigen ver al padre, es algo que me parte el corazón por ver a las niñas gritando y llorando, en serio que es algo horrible lo que está pasando con ellas”.

Las autoridades guatemaltecas se pusieron en contacto con la familia de Miguel para corroborar si él estaba entre las víctimas del incendio de Ciudad Juárez.

“Ya reconocimos que es él; nos dieron las características de él y ya confirmamos que es él. Nos preguntaron si él tenía un lunar en el lado derecho y encima de la ceja; que si tenía una cicatriz como de ocho puntos abajito de la rodilla; nosotros lo habíamos dialogado, y sí confirmamos; pidieron que nos mostraran una foto por video llamada. lo que entonces quedó pendiente es de cuándo va a ser la repatriación”.

El relato de Sonia Petrona viene aparejado con el dolor y reproche de haber visto el video que dejó en evidencia la tragedia de los migrantes en Ciudad Juárez.

“No hacen nada, qué hicieron los seguridades; ese fuego lo hubieran apagado o abierto (las puertas). La muerte de todos ellos va a quedar en la conciencia de ellos, no tuvieron ese corazón, ese valor de abrirles; sinceramente al gobierno de México le digo que haga justicia, no es justo lo que pasó, ellos iban a buscar un sueño americano. Las niñas se quedaron sin padre, una mujer no es igual que un hombre aquí en Guatemala, existe el machismo y a una mujer la hacen de menos, casi nunca le dan trabajo y si se lo dan no pagan el mismo sueldo como el de un hombre. La familia de Miguel está completamente desprotegida”.

“QUERÍA LUCHAR EN LA VIDA”

Igual que con Rosario Petrona, Excélsior pudo tener comunicación vía telefónica con los padres de Francisco Gaspar Rojché Chival, Rosario y Francisco, un joven de 21 años que trabajaba en una limonera, también de en la aldea de San Pedro Cutzan, Chicacao, a cuatro horas de camino de la capital.

En primera instancia, doña Rosario atiende. Dijo que su hijo decidió migrar hacia Estados Unidos porque “quería luchar en la vida y dar un futuro mejor; la situación aquí es diferente que allá; él quería superar, pero ya no lo consiguió. Ya no fue así”.

El dolor está en el timbre de la voz de la madre del joven guatemalteco muerto en el albergue de Ciudad Juárez. Ella ya no pudo seguir hablando cuando se indagó sobre cuándo Francisco Gaspar les informó de su viaje.

“Platique mejor con mi esposo, porque no aguanto”.

Francisco, el padre, se puso al teléfono.

“Ese viaje ya tiene rato que él llevaba ese gran sueño de querer irse allá, pero él lo que nos ha dicho es que se va por que querer o pasar el tiempo allá, porque aquí en nuestra nación cuesta mucho, con que se trabaje no se consigue nada y mucho sufrimiento y entonces él lo que quiere tener es un buen futuro y que nos apoye y todo eso, entonces cuando él tomaron la decisión y el otro mi concuño trabajando en bananero, levantando a la una de la mañana y regresando a las 11 de la noche, sufrimiento y él lo que quiere es dar un buen futuro a sus hijos, pero lamentablemente lo que pasó.

“Estamos ahorita con ese gran dolor, por decir así.

“Él trabajaba en la limonera.

“Por sus propios medios se fueron, Francisco junto dinero, porque sin dinero uno no puede salir, le dijeron que nosotros le pudimos juntar unos 15 y le habló un amigo que ya está en el norte y yo te voy a echar la mano, pero al final de cuenta ya no llegó.

“Quince mil dólares, y ahora tenemos que enfrentar esa gran peso.

“El 24 de marzo, le llamó y nos dijo que ya está en frontera al.. sar Sonora y le pregunté para dónde va agarrar, me dijo que ya van para Ciudad Juárez y ahí quedó la plática, al 25 mandó un mensaje, ‘nos agarró la migra de México’ y ahí quedó el mensaje, ya no hubo llamada, ya nada”.

EN 3 OCASIONES LO DEPORTARON

Patricia es la viuda de Roberto Antonio Henríquez Evangelista, salvadoreño de la Ciudad Versailles, en San Juan Opico, que murió el lunes 27 de marzo en las instalaciones del INM en Ciudad Juárez. El hombre, de 30 años, salió de su comunidad desde el 27 de febrero de 2023.

Aunque su estado de ánimo no está para explayarse sobre su marido con quien tiene dos hijas, una de 9 años y otra de 2, Patricia habló para Excélsior y contó que su esposo era taxista

“Todos se van por necesidad, eso ya todo mundo lo sabe. Uno está sufriendo acá. No se fue solamente por quererse ir, por ir a sufrir, sí saben cómo es de duro el camino, obviamente que es por necesidad, tiene dos niñas para sacarlas adelante y darles todo lo que ellas pedían, porque acá no hay oportunidades”.

La madre de Roberto Antonio, Ana Delia Evangelista, vive desde hace años en Los Ángeles, California. Esa fua una de las razones por la que este salvadoreño se animó a hacer el viaje.

“Esos viajes se viene planeando desde hace mucho tiempo, hasta que se da la oportunidad de irse”, dijo la esposa del fallecido taxista de Opico, que, de acuerdo con ella, la situación económica empeoró para su familia en la temporada baja de enero y febrero, “y ahí llegó la desesperación de irse”.

Henríquez Evangelista contrató los servicios de un pollero que le cobró 12 mil 500 dólares, tres mil en El Salvador, la misma cantidad al llegar a un punto de México y el resto al llegar a Estados Unidos.

Patricia se dedica a labores del hogar y tiene la impresión de que el dinero que su esposo pidió para pagarle al pollero en algún momento se lo van a querer cobrar.

La viuda de Henríquez Evangelista comentó que él ya se quería regresar a El Salvador porque estaba sufriendo mucho. Que ya habían sido tres veces que la migra de Estados Unidos lo había capturado y regresado a México.

Entonces fue que lo agarrara la migración de México para que ya no saliera de ahí.

Para iniciar el viaje donde perdió la vida, Roberto Antonio, dijo su esposa, “lo pensó como por un año; un amigo se lo recomendó, que él había llegado como en 11 días, entonces lo hizo, aunque sentía miedo. Él se había ido por nosotras, la suerte no es para todos, algunos pasan, unos no, es un viaje que tienen que pensar mucho”.

PELUQUERO EN QUETZALTENANGO

Edwin Gilberto Ixpertay Macario, era un peluquero de San Juan Olintepeque, en el departamento guatemalteco de Quetzaltenango.

Adriana Osorio, hermana de Juana Felisa Osorio González, ofreció a Excélsior algunos datos de su cuñado, que salió de la comunidad desde el 7 de marzo, veinte días antes del hecho que a él y a otras 39 personas les quitó la vida en Ciudad Juárez.

“Mi cuñado era babero, o sea, peluquero de hombres”, dijo Adriana Osorio, y comentó que desde la pandemia el trabajo de Edwin Gilberto no había estado bien, que trabajaba en un local que le alquilaba a la municipalidad.

“Lastimosamente, aquí en Guatemala, la pandemia empezó a afectar mucho, había día en que se podía sacar algún dinero y días en que no había nada; hay, ha bajado mucho el negocio”.

De acuerdo con el testimonio de la cuñada del migrante fallecido hace dos semanas, la última vez que Ixpertay Macario, de 35 años, se comunicó con su esposa fue el domingo 26 de marzo, “ya estaba en el centro de reclusión de Ciudad Juárez”

Edwin Gilberto y Juana Felisa tiene tres hijas, de 9, 6 y la pequeña de 3 años de edad.

LOS JÓVENES DE ORIGEN QUICHÉ

Idelfonso Jerónimo Ambrosio Tambriz, director de la radio comunitaria Nojibal Stereo y miembro de la directiva de la iglesia, compartió con Excélsior su experiencia al visitar a cuatro familias de guatemaltecos que fallecieron en el incendio de Ciudad Juárez y que hablan el idioma quiché.

En el caso de las familias de Marcos Abdom Tziquin Cuc, de 21, y de Gaspar Josué Cuc Tziquin, 23 años, originarios del caserío Chicucá, aldea Paquilá, que eran primos entre sí, sus familiares informaron que salieron de la comunidad el 13 de marzo, 14 días antes de la tragedia.

Los familiares de estos primos tuvieron que ir a una oficina de Quetzaltenango para ser informados formalmente de la muerte de los jóvenes. Ahí les mostraron, a través de una videollamada, los cuerpos y cabal, identificaron a sus familiares.

En la comunidad de los primos Tzquin Cuc, la mayor parte de la gente trabaja en fincas de café o como jornales, refirió Ambrosio Tambriz. Pero en el caso de Gaspar y Marcos, ambos trabajaban como misioneros al servicio de la iglesia católica del lugar. “La iglesia les da un nombre en un pastoral; a la pastoral de misioneros, ellos acompañaban casos de gente enferma, de escasos recursos económicos, trabajan dentro de la iglesia para recaudar ayuda y luego apoyar a la gente”, dijo el director de Nojibal Stereo.

Dijo que como a los primos, Francisco Javier Sohom Tzoc, de 24 años, originario del caserío de Pasac, la necesidad lo llevó a buscar el sueño americano.

Aunque Sohom Tzoc contrató los servicios de un pollero, no fue el mismo que los primos, iban por caminos distintos.

Los familiares de Marcos y Gaspar revelaron que uno de ellos llevaba un teléfono celular con el que se mantuvieron comunicados con sus familiares a través de mensajes, hasta que fueron detenidos en su intento por llegar a Estados Unidos.

“Pero fue el día domingo 26 de marzo, como a eso de las 10 de la mañana, que llamaron a sus familiares y les dijeron que todo estaba bien que iban a entrar a la parte un poco más difícil porque ‘vamos a tratar de cruzar’, fue la última comunicación que tuvieron, ese día los ingresaron”.

La tragedia de Sohom Tzon es superlativa, según contó Ildefonso Ambrosio. Hace seis meses decidió unirse con una novia, que ahora tiene cinco meses de embarazo y que es huérfana de padre y madre y no tiene un solo familiar.

Francisco Javier, en común acuerdo con su compañera, decidieron el viaje, después de que el joven le dijo a su padre, ‘veo que aquí no hay manera de sobresalir, es importante para mí buscar otros medios’.

En este recorrido por el departamento guatemalteco de Solalá fue que se pudo saber que hubo una confusión de muertos. En el documento del gobierno mexicano se colocó entre las víctimas a Diego Suy Guarchaj, quien en realidad está vivo, aunque hospitalizado.

La madre de este joven recibió un pasaporte y la visa para viajar hasta Ciudad Juárez y estar con su hijo, mientras que el guatemalteco que murió en realidad es Diego Tzaj Ixtós, que las autoridades guatemaltecas sí tienen registrado.

QUERÍA UNA CASA PROPIA

En la revista Factum apareció una entrevista con familiares de Milton Alexis Melara Melgar, un salvadoreño que vivía en un cerro en el caserío Los Melaras, del cantón Los Achiotes, en el municipio de Dulce Nombre de María, en Chalatenango.

Milton Alexis es una más de las 40 víctimas mortales del incendio en Ciudad Juárez, tenía 33 años, estaba casado con Evelin; su único hijo tiene cuatro años.

El 15 de marzo, 12 días antes de la tragedia —se lee en Factum—, Melara Melgar salió de su comunidad rumbo a Estados Unidos. Lo hizo porque quería una casa propia para su esposa y su hijo. Porque en El Salvador, dijo su madre, Ana Victoria Melgar, trabajando de la agricultura, nunca lo iba a lograr. La mala economía familiar, los bajos ingresos y el alto costo de la vida en el país del surf, como lo publicita el gobierno de El Salvador, empujaron a Milton a irse.

Milton integró un grupo de migrantes que buscaban cruzar la frontera de México a Estados

SE REUNIRÍA CON SU HIJO EN EU

En el mismo texto de Factum, se alude a otra de las víctimas del incendio, Enrique Alfonso Melara Rivera, familiar de Milton Alexis.

En Los Melaras todos son familia. Y es una familia muy grande. Ana Victoria, madre de Milton, es hermana de Felicita del Carmen Melgar de Melara, esposa de Enrique Alfonso Melara Rivera, tío de Milton.

Enrique, como Milton, salieron de su casa el 15 de marzo: se despidió de Felicita y su hija de 10 años para buscarles un futuro mejor y para alcanzar en Estados Unidos a su hijo mayor de 17 años que ya lleva tiempo en la Unión Americana.

La historia de Enrique se la contó a Factum Felicita. Refiere que Enrique logró cruzar la frontera de México a Estados Unidos de forma irregular el sábado 25 (de marzo, dos días antes de la tragedia). Tuvo comunicación con Felicita antes de hacerlo, pero después no la volvió a llamar ni a escribirle.

Entre el martes 28 y el miércoles siguiente, la esposa de Enrique tuvo la noticia de que el nombre de su esposo estaba en la lista de fallecidos en Ciudad Juárez.

Ese último sábado (25 de marzo), me mandó un mensaje de voz y me dijo: ‘Mami, ahorita me van a sacar, cuídese mucho. Si Dios quiere, mi camino va a estar libre y voy a pasar de un solo’. Yo le dije: ‘Está bien, que Diosito y nuestra Madre Santísima lo acompañen y que llegue con bien. Y al nomás poder comunicarse conmigo, hágalo o mándeme un mensaje que me lo haga saber’. ‘Sí’, me dijo. ‘Le voy a avisar cualquier cosa. Cuídense mis dos hijas’, refiriéndose a mi hija y a mí. ‘Cuídense mucho. Las amo y pronto nos vamos a comunicar’.

DE EL PORVENIR A LA MUERTE

El origen de Edin Josué Umaña Madrid, Jesús Adony Alvarado Madrid y Dikson Aron Córdoba Perdomo, tres de los seis hondureños que fallecieron en la estación migratoria de Ciudad Juárez, hace dos semanas, está en Contracorriente, un medio digital de Honduras.

Estos tres hombres de 26, 30 y 32 años de edad crecieron en el poblado conocido como Nuevo Porvenir, que antes de 1998 solamente se llamaba Porvenir, cuando el huracán Mitch prácticamente se llevó casas, fincas de café y sembradíos.

El terreno se volvió de alto riesgo y las 55 familias que vivían allí lograron reubicarse en un lugar más seguro, a seis kilómetros del desastre. Ahí comenzaron con casas de nylon y madera. Así nació el Nuevo Porvenir, y ahí crecieron Edin Umaña, Adony Alvarado Madrid y Dikson Córdoba.

Umaña, Alvarado y Córdoba son parte de la legión de jóvenes que han abandonado Nuevo Porvenir buscando oportunidades que no encuentran en una pequeña economía comunitaria que se dedica especialmente al cultivo del café.

José Perdomo, vecino de Nuevo Porvenir y familiar de Dikson Córdoba, habló para el medio digital hondureño y comentó no hay un registro de cuántos jóvenes se han ido en último año, pero está seguro que “es un montón de jodidos que han agarrado para allá, aquí todos quieren irse para allá”.

María Alexandra Quintanilla, tía de Edín Josué, dijo que “aquí se cuentan que son pocos los jóvenes que hay, después sólo viejos estamos quedando, que ya no servimos mucho”.

En Nuevo Porvenir, de donde salieron hacia la muerte Umaña, Alvarado y Córdoba, la gente se dedica a sembrar café y granos básicos, pero estas ocupaciones no alcanzan para tener una vida mejor, pues en el caso del café es temporal, dura aproximadamente unos tres meses, “ahorita acaba de pasar la cosecha de café y también se terminó la cosecha de pisto (dinero)”.

EL MECÁNICO DE LOS MANGOS

En el mismo texto de Contracorriente, que centró su atención en Nuevo Porvenir, se menciona a José Ángel Ceballos Molina, otro hondureño que murió hace dos semanas en las instalaciones del IMN en Ciudad Juárez.

Se informa que este joven de 21 años era del Barrio Los Mangos, en Choluteca, al sur de Honduras, y que de ahí salió rumbo a Estados Unidos.

José Ángel Ceballos trabajaba en esa comunidad como mecánico industrial. Hasta el viernes 31 de marzo la familia no tenía información de ningún tipo sobre el paradero del joven mecánico. “Unos dicen que están muertos, pero no se sabe”, le dijo a Contracorriente, Luis Felipe Ceballos, tío de José Ángel.

Contó que en su familia estaban destrozados y su única solicitud era que el joven regresara, vivo o muerto. La poca certeza de la información genera más angustia. Es natural que en las familias afectadas haya impotencia, “en los canales sale que está muerto, pero las autoridades no han dicho nada”, dijo Felipe Ceballos.

NO QUERÍA ESTAR EN LA JAGUA

Alis Dagoberto Santos López, fue uno de los hondureños que murió en Ciudad Juárez. Él y toda su familia son de una comunidad que se llama La Jagua, en el departamento de Francisco Morazán, municipio de Sabanagrande. En una pieza de HCHTelevisionDigital, Flora Santos, hermana de Alis Dagoberto dijo que su hermano llevaba cinco días recluido en ese lugar y que había pagado 500 dólares a un abogado para que lo sacaran del centro de detención del INM.

Jacobo Santos, otro hermano de Alis Dagoberto, de 42 años, aseguró que el viaje hacia Estados Unidos lo hizo en compañía de su esposa y dos de sus hijos, que pagaron a un pollero, pero que en el camino los separó —su esposa e hijos se quedaron en Chiapas—, y que Alis Dagoberto fue detenido y llevado al lugar donde murió.

Flora Santos dijo que su hermano había sido deportado desde Estados Unidos el 31 de diciembre de 2022 y que el 25 de enero de 2023 volvió a viajar, porque él, dijo Flora, no quería estar en el sitio donde creció y donde su madre, Juan Rosa López, una mujer de 84 años, no sabía que su hijo se había ido de regreso a Estados Unidos y que había muerto en el intento.

EL SASTRE DE SAN ANTONIO SIJA

Roberto González Hernández, originario de San Antonio Sija, San Francisco El Alto Totonicapán, es uno de los 19 migrantes guatemaltecos que murieron en el incendio de la estancia.

Manuela Gómez Chávez, su esposa, estuvo en la oficina del Ministerio de Relaciones Exteriores de Quetzaltenango para recibir la confirmación del hecho.

De acuerdo con testimonios de la familia de González Hernández, que trabajaba como sastre, la pobreza y la falta de empleo lo llevaron a tomar la decisión de viajar hacia Estados Unidos.

En la última comunicación que la familia del migrante tuvo con él le dijo que estaba detenido en Ciudad Juárez, pero que esperaban salir pronto.

Roberto González Hernández nació el 31 de enero de 1990, su cumpleaños 33 lo cumplió muerto. Con Manuel tiene dos hijos, una niña de 10 y otro de 11. Roberto ya no conseguía trabajo en su comunidad y pensaba que podía alcanzar sus sueños.

Rosenda González dijo que su hermano decidió emprender el viaje, debido a las pocas condiciones de superación y oportunidades de trabajo digno para mantener a sus dos hijos y a su esposa

González Hernández salió de su casa en San Antonio Sija el 19 de marzo. “Mi hermano trabajaba como sastre; sin embargo, no ganaba lo suficiente y por eso decidió irse. Recuerdo que lo último que me dijo es que iba a llegar a Estados Unidos para cumplir sus metas. Nos duele tanto lo que le pasó porque también deja dos hijos, una niña de diez años y un niño de 11 años, en la orfandad”, dijo Rosenda González.

Arriban los cuerpos de 7 salvadoreños

SAN SALVADOR.— Los restos de los siete migrantes salvadoreños muertos en el incendio en un centro de detención del Instituto Nacional de Migración (INM) en México llegaron a El Salvador y fueron entregados a sus familias, informó ayer la cancillería.

“Los cuerpos fueron entregados a sus familias”, dijo la viceministra de Diáspora y Movilidad Humana, Cindy Portal, en rueda de prensa.

En el incendio del 27 de marzo en el centro de detención de Ciudad Juárez, Chihuahua, murieron 40 migrantes, entre ellos 18 guatemaltecos, siete salvadoreños, siete venezolanos, seis hondureños y un colombiano. Las autoridades locales no informaron de la última víctima mortal.

Los restos de los siete salvadoreños fueron transportados en un vehículo fúnebre desde Ciudad Juárez, un trayecto de tres mil 500 kilómetros, por la dificultad de conseguir vuelos en Semana Santa, explicó Portal.

“Nos dimos a la tarea de que la mejor forma y la más expedita para poder repatriar los cuerpos de los connacionales era la vía terrestre”, indicó.

“El pasado 6 de abril salió desde Ciudad Juárez esa carroza fúnebre”, con escolta policial y la empresa garantizó que llegaría al país en 72 horas, añadió la viceministra.

Las autoridades mexicanas informaron la captura de un migrante señalado de provocar el incendio y de cuatro funcionarios acusados de no haber hecho nada para salvar a los internos.

El 29 de marzo, El Salvador expresó “su más enérgica condena” por la actuación del personal del centro de detención y Portal exhortó ayer a México a seguir adelante con este proceso judicial.

El presidente Andrés Manuel López Obrador prometió que el caso no quedará en la “impunidad”.

AFP

 

Entregan a INM a 27 migrantes rescatados en SLP

El Instituto Nacional de Migración (INM) recibió este fin de semana por parte de la Fiscalía de San Luis Potosí a 27 migrantes, 23 de nacionalidad venezolana y cuatro de El Salvador, quienes fueron rescatadas por autoridades federales el pasado 6 de abril sobre la carretera 57 de Matehuala, luego de su secuestro por parte de un grupo armado.

 El organismo de la Secretaría de Gobernación (Segob) precisó que dentro del grupo de extranjeros se encuentran cuatro núcleos familiares y ocho adultos que viajaban solos.

 Conforme a lo establecido en el artículo 112 de la Ley de Migración, los núcleos familiares serán canalizados a la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes que los albergará en el Centro de Asistencia Social que ella misma designe.

 Respecto de las personas adultas, a todas ellas se les otorgará Tarjeta de Visitante por Razones Humanitarias lo que les permitirá, si así lo deciden, continuar su estancia en el país.

 El pasado sábado acudieron autoridades consulares de El Salvador a la Oficina de Representación del INM para dialogar con sus connacionales y con las autoridades migratorias.

El INM dijo que se mantiene en comunicación permanente con las autoridades federales y estatales correspondientes para colaborar y brindar atención, apoyo y asistencia necesaria a las personas extranjeras víctimas de delito.

 El pasado jueves 6 de abril se reportó la desaparición de 23 migrantes que habrían salido a bordo de camionetas de turismo desde Guanajuato con rumbo a Saltillo, Coahuila.

 Entre miércoles y viernes, las autoridades estatales y federales lograron ubicar no sólo a esos 23, sino a más de 100 extranjeros en regiones de Nuevo León y San Luis Potosí, donde operan bandas del crimen organizado que se dedican al tráfico de migrantes.

 Se reportó que uno de los dos choferes, trabajadores de la empresa Eiffel de Guanajuato, murió a consecuencia de golpes que le propinaron los delincuentes que los privaron de la libertad.

 Por estos hechos, las autoridades detuvieron a dos personas, que presuntamente vigilaban a los migrantes secuestrados.

Enrique Sánchez

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