Mario CASTELLANOS ALCAZAR REMOLINO POLITICO
Diciembre 24 2017.
La Navidad significa el nacimiento del Niño Dios, que por cierto nos embarga de alegría, paz espiritual y generosidad, orgullosos de nuestra tradición celebrada en todo el mundo con acontecimientos, que ya son parte de una cultura que nos alienta a vivir mejor y en condiciones de vida para servirle a la humanidad.
Jesús, hijo de María y de José, declarado hijo de Dios nació en un pesebre en Belén por obra y gracia del Espíritu Santo, como lo había profetizado un Ángel enviado por el redentor para que diera la noticia a María, quien vivía en el pueblo de Nazaret, una mujer normal como cualquier otra dama de características muy humildes, sencillas, dedicada sus propios oficios, pero muy creyente al Todo Poderoso, que por obra y gracia del Espíritu Santo tendría un hijo que sería reconocido por Dios como el redentor que vendría a salvar a la humanidad.
Tiempos de espiritualidad, de valores, principios, mucha fe y creencia en el divino redentor, lo que por cierto María no podía entender, sí aun no era casada con José, sin embargo, esto le molestó cuando supo que María, su prometida, estaba esperando un hijo, que el mismo Ángel se encargó de hablar en los sueños del virtual padre de Jesús, haciéndole entender que el alumbramiento era por obra y gracia del espíritu Santo, y sin titubeos aceptó con júbilo porque se trataba de una nueva vida y más, porque sería declarado como el hijo de Dios todo Poderoso.
Tiempo después, José se casó con María, hicieron suyo al hijo de Dios y se trasladaron a Belén, aun María, Embarazada, en donde Jesús nació precisamente en un pesebre porque no tenía otro lugar en donde guarecerse, desde ahí, la humildad y la sencillez de Jesús, que más tarde se convirtió en el enviado del todo poderoso, que hoy 25 de diciembre, el mundo celebra tan connotado nacimiento que llena de amor y alegría a la humanidad en su conjunto. Es la Navidad, el sueño de todos los cristianos que cobijamos la misma esperanza y la mano de Dios para que a todos nos vaya bien y que el omnímodo nos colme de felicidad, no solo en el mes de diciembre, sino en todo el año, pero también correspondemos con mejores actitudes y buenos sentimientos de generosidad para recibir lo que en la vida sembramos, sin embargo es pertinente mencionar que como hermanos de la misma generación divina debemos practicar el amor, el afecto, el bien, y la prosperidad.
De tal manera que nuestras tradiciones se han arraigado en nuestra sociedad mexicana y en consecuencia en esta fecha gloriosa ponemos en marcha nuestros principios y valores para continuar en la brecha de la paz y la salvación de los hermanos que tenemos la misma espiritualidad como auténticos hijos del todo poderoso que nos hace sentir importantes con el único fin de corresponder con la misma semilla del amor y la esperanza que infunde en las nuevas generaciones el ánimo conciliatorio, sin odios ni rencores, más que con la misma fe y la doctrina por el bien común-
Precisamente en estos tiempos aciagos y de incertidumbre, de dolor y desesperanza ante la violencia e inseguridad que se propaga en nuestra sociedad mexicana es importante reflexionar para rescatar los valores y principios que se van perdiendo paulatinamente por causa de los graves problemas, políticos, económicos, sociales y asimismo detener el desbordamiento de la corrupción propagada por los gobiernos que han olvidado la palabra de dios y por tanto procuran los excesos del poder y del dinero por encima de lo espiritual y el bien común de los gobernados.
Tiempos difíciles que nos obligan a vivir en la humildad y la honestidad, muy lejos de los abusos del poder y bienes materiales con el único fin de salvar el futuro de las nuevas generaciones que se están quedando en la orfandad de los bienes y derechos que les otorga su existencia para lograr mejores condiciones de vida, el derecho a la educación , a la salud, a la alimentación, al empleo, al estudio, una habitación, pero más que todo gozar de la paz y la tranquilidad que les brinda confianza y seguridad.
Por encima de todo, esta Navidad debe ser el parte aguas de un concilio espiritual, de análisis y reflexión para emprender un nuevo destino, alejado de la perversidad, el odio y la violencia. Asimismo es el momento propicio para renovar los planes, programas y proyectos, aun no consolidados para su replanteamiento y continuar con más perseverancia, pensando siempre en una vida más sana y alejada de los vicios y el derroche de los pocos bienes que sustentan nuestra existencia.
carloscastellanos52@hotmail.com
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