Internacional

Funeral de Estado pone fin a la era Isabel II

La reina Isabel II de Inglaterra, quien falleció el pasado 8 de septiembre, fue sepultada ayer en la Crip­ta Real de la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor, en Londres, en una jornada que incluyó tres servicios re­ligiosos y para la que se con­gregaron miles de personas, entre ellas decenas de digna­tarios de todo el mundo.

El funeral de Estado hizo viajar a líderes de todo el mundo y congregó a miles de personas en las calles.

Miles de británicos siguieron la procesión del coche fúnebre en su ruta hacia el Castillo de Windsor.

La gente se agolpó en la ruta que siguió su coche fúne­bre desde Londres, arrojando flores, vitoreando y aplau­diendo mientras pasaba de la ciudad a la campiña inglesa.

Miles de personas ya se habían reunido en la capital para presenciar la procesión y el funeral, en un homenaje a la monarca más longeva de Gran Bretaña, que se forjó un respeto internacional duran­te sus 70 años en el trono.

Carlos III, sus hermanos Ana, Andrés y Eduardo, así como los príncipes Guillermo y Enrique, durante la misa en Westminster.

En el interior de la Aba­día de Westminster, donde se celebraron los funera­les, había presidentes, pri­meros ministros, miembros de familias reales extranje­ras y dignatarios, entre ellos el presidente estaduniden­se, Joe Biden, el presiden­te brasileño, Jair Bolsonaro, los reyes de España —Felipe y Letizia, junto a los eméri­tos Juan Carlos y Sofía— y el emperador Naruhito de Ja­pón, entre otros.

Más tarde, la atención se trasladó a la capilla de San Jorge en el Castillo de Wind­sor, donde unos 800 invita­dos asistieron al entierro.

El ataúd de la reina Isabel II, envuelto con la bandera real y adornado con la corona del Estado imperial y el cetro del soberano.

La ceremonia conclu­yó con el retiro del ataúd de la corona, el orbe y el cetro —símbolos del poder y el go­bierno de la monarca—, y su colocación en el altar.

A continuación, el lord Chambelán, el funcionario de mayor rango de la Casa Real, rompió su Varita de Oficio, que significa el fin de su ser­vicio a la soberana, y la colo­có sobre el féretro antes de que éste descendiera lenta­mente a la bóveda real.

Mientras la congregación cantaba el himno nacional, el rey Carlos contenía el llanto.

Después, en un servicio familiar privado, el féretro de Isabel y el de su marido durante más de siete déca­das, el príncipe Felipe, falle­cido en abril del año pasado a los 99 años, fueron ente­rrados juntos en la misma capilla en la que también descansan los padres de la monarca y su hermana, la princesa Margarita, la única integrante de la familia real incinerada.

acia el final del servicio en Westminster, la iglesia y gran parte del país guardaron silencio durante dos minutos. Las trompetas sonaron antes de que la congregación can­tara Dios salve al rey.

El gaitero de la reina puso fin al servicio con la lamenta­ción Duerme, querida, duer­me, que se fue apagando.

La reina Isabel II fue enterrada con dos joyas muy especiales de la corona británica.

De acuerdo con medios bri­tánicos, Isabel II fue enterrada con el anillo de bodas elabo­rado en oro puro y que fue regalo de sus padres en 1923, además de un par de aretes de perlas.

La reina tenía una colección de más de 300 joyas entre los que se encuentran 98 bro­ches, 34 pares de pendientes y 15 anillos.

Expertos en la monarquía británica señalan que el tesoro heredado a Carlos III consta de 23 mil diamantes, zafiros y rubíes.

Con Información de Excelsior.


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