COLUMNAS

López Obrador ante la volatilidad de Trump

 

En la política todo se transforma. Andrés Manuel López Obrador y Donald Trump están viviendo una suerte de luna de miel que, como también ocurre en muchos matrimonios, puede ser un poco o un mucho engañosa respecto del futuro de la relación. Las cartas que se intercambiaron pueden considerarse hasta melosas: “Ambos sabemos cumplir lo que decimos… y hemos enfrentado la adversidad con éxito. Conseguimos poner a nuestros votantes y ciudadanos al centro y desplazar al establishment o régimen predominante”, le dijo López Obrador a Trump.

El 26 de agosto del año pasado había escrito en Twitter que “Trump está cayendo y acude, de nuevo, a la propaganda neofascista. Lincoln decía que a un pueblo se le puede engañar una vez, pero no toda la vida”. Así le contestaba a un Trump que había calificado ese mismo día, también vía Twitter, a México como “el país más inseguro del mundo” y que por eso “tenía que pagar por el muro”.

En la carta que se divulgó, el martes, Trump dice que “López Obrador es una persona estupenda, que hizo un gran trabajo y (tuvo) un voto tremendo”. Desde las elecciones no ha vuelto a tocar el tema del muro, pero en la misma carta sigue demandando soluciones para la inmigración ilegal y quiere una resolución rápida del TLC que sea favorable a su país, amenazando, sino con aranceles. Hace apenas unos días había dicho que prefería firmar un acuerdo bilateral con López Obrador antes que refrendar el tratado con México y Canadá.

Poco antes de las elecciones, The Wall Street Journal publicó un muy amplio reportaje sobre López Obrador donde, entre otros temas, hablaba de la relación del candidato de Morena con Trump y señalaba también las similitudes entre ambos: los dos, decía, son muy eficientes mercadólogos, son nacionalistas económicos y políticos que suelen saltarse las convenciones. Ambos quieren hacer a sus países “grandes” de nuevo y los dos desconfían del libre comercio.

Ya en alguna oportunidad decíamos aquí que, aunque parezca un contrasentido, en el corto plazo, la candidatura de López Obrador era la que más se beneficiaba de las políticas de Trump, mientras que para éste tener en la frontera un gobierno menos globalizador y con un discurso nacionalista, lo ayudaba a implementar su agenda interna, cerrada, nacionalista y, agreguémosle, antiinmigrante. Ambos son, en este sentido, una suerte de enemigos íntimos, pero que en la coyuntura se necesitan recíprocamente.

Hay que reconocer que López Obradorha hecho bien después de ganar las elecciones en no radicalizarse en la relación con Trump y en no entrar en una competencia nacionalista que recordará los años de Echeverría y López Portillo y sus pésimas relaciones con la Unión Americana. Apostó por fortalecer la integración, incluso a contrapelo de lo que quería Trump, pero, quizás, el exceso de elogios con el mandatario estadunidense (bastante inmerecidos por cierto) puede haber alejado al futuro gobernante de aliados muy importantes en la Unión Americana, como indicó el exembajador Arturo Sarukhán.

Me imagino que un buen conocedor de la política francesa como Marcelo Ebrard debe haber pergeñado esa carta pensando en lo que hizo Emmanuel Macron en cuanto ganó la Presidencia gala y cuando se lo quería enfrentar con Trump, porque, obviamente, representan dos formas completamente diferentes de ver la vida, la política y el mundo. Adivinando el egocentrismo del mandatario estadunidense, Macron se congració con él, lo invitó a Francia para el 14 de julio, le organizó una visita por todo lo alto y Trump llegó tan fascinado de París que hasta quiso que Estados Unidos hiciera un desfile militar tan gallardo como el que realizan los franceses para conmemorar la caída de la Bastilla.

Semanas después, Macron fue a Washington y también todo pareció ir muy bien, pero en la medida en que se comenzaron a poner sobre la mesa temas concretos iniciaron los disensos que estallaron en la última reunión del G7, donde Trump terminó calificando como “enemigos” a los países de la Unión Europea e insultando al premier canadiense, Justin Trudeau, otro con el que, aparentemente, había tenido un buen inicio de relación.

Y es que así entiende Trump la política: no es de principios, no es de palabra, no es de acuerdos, sino de los más terrenales intereses que reemplazan cualquier concepción geopolítica. Hace bien López Obrador en no enfrentarse ahora con Trump y tratar de encontrar terrenos nuevos por donde hacer transitar la relación, pero me imagino que él y Ebrard deben ser conscientes de que, como ocurrió con Macron y con Trudeau, en cualquier momento el mandatario estadundiense puede estallar diciendo exactamente lo contrario de lo que acaba de sostener en la carta del martes.

HIRAM Y COLLINS

El sábado pasado, unos días antes de lo originalmente acordado, Hiram Almeida dejó la Secretaría de Seguridad Pública capitalina, y asumió esa responsabilidad Raymundo Collins. Es un movimiento importante. Hirames un hombre de principios, un recurso humano de gran capacidad que, sin duda, será aprovechado en el futuro inmediato. Raymundo es un policía experimentado, probado, eficiente, que tiene muchísimo por delante, no sólo en la CDMX.

Jorge Fernández Menéndez

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