Uno de los datos que en mayor medida debe destacarse en los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) es la diferencia de percepciones que existen en torno a las condiciones de inseguridad y “conductas antisociales”, como les denomina el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Se trata de una cuestión mucho más allá de lo anecdótico, pues evidencia las diferencias que existen entre mujeres y hombres en cuanto a las amenazas percibidas en sus entornos.
De acuerdo con la ENSU en junio de 2024, 39.9% de la población de 18 años y más de localidades de 100 mil o más habitantes ha atestiguado actos de vandalismo; un porcentaje idéntico al reportado en junio de 2023. Entre los hombres el porcentaje en junio de este año fue de 37.9%, mientras que entre las mujeres es de 41.5%. En ambos casos, el porcentaje es prácticamente el mismo al reportado en 2023.
En lo que respecta al atestiguamiento de consumo de alcohol en las calles, el porcentaje promedio en el país es de 60.3%, una cifra estadísticamente similar a la reportada en el mes de junio de 2023, 2022 y 2021. Entre los hombres, en el presente año el porcentaje es de 60.9%, mientras que entre las mujeres el indicador es de 59.7 por ciento.
Asimismo, 47.8% de la población ha reportado atestiguar robos o asaltos en las calles, el indicador más bajo desde junio de 2019, cuando se estimó un 63.2%. Entre los hombres, en junio de 2024 el dato es de 44.6%, mientras que entre las mujeres la estimación es de 50.5%, una diferencia estadísticamente significativa respecto de su contraparte masculina.
Otro aspecto que se mide es la presencia de bandas violentas o pandillerismo, condición que ha sido atestiguada por 24.3% de la población, dato que no es distinto al reportado el mismo mes de 2023. Entre los hombres el porcentaje es de 22.4%, y entre las mujeres es de 25.8 por ciento.
Por su parte, en lo relativo al atestiguamiento de venta o consumo de drogas, un 39.5% afirma haber atestiguado uno o varios eventos; entre los hombres el porcentaje es de 39%, y entre las mujeres es de 40%. En este indicador, llama la atención la uniformidad que existe en la percepción entre mujeres y hombres.
La ENSU pregunta igualmente qué tanto se ha atestiguado el disparo frecuente con armas de fuego. A esta pregunta, en el promedio nacional se estima que el 36.4% de la ciudadanía ha atestiguado uno o varios eventos; siendo el indicador idéntico al registrado en el mes de junio del año previo. Entre los hombres el indicador es de 35.1% mientras que entre las mujeres es de 37.5 por ciento.
Respecto de eventos de robo de gasolinas o combustibles (huachicol), 3.3% de la ciudadanía afirma haber atestiguado al menos alguna vez este ilícito. Entre los hombres es de 3.2% mientras que entre las mujeres es de 3.4%. Es de destacar que el indicador no ha tenido ninguna variación estadísticamente significativa desde 2020, a pesar de ser una de las agendas de propaganda más relevantes del gobierno de la República.
Finalmente está el indicador de las tomas irregulares de luz (diablitos). El promedio nacional es de 15.1%, siendo de 15% entre los hombres y de 15.2% entre las mujeres.
SEVEROS IMPACTOS
Cuando la presencia de la violencia y la delincuencia es capaz de alterar los hábitos de vida y las rutinas cotidianas de las personas, pude asumirse que hay una crisis estructural en las instituciones responsables de garantizar seguridad pública y procurar e impartir justicia. Se trata de un escenario en el que son los delincuentes quienes imponen “las reglas del juego”, y no el sistema institucional, el cual debería ser capaz de que todas y todos los ciudadanos actuemos con base en la legalidad y el respeto a las y los demás. Desde hace mucho las familias mexicanas viven con miedo, y no ha habido gobierno que logre instaurar la paz y el orden mínimo para una convivencia pacífica y armónica en el país.
SEVEROS IMPACTOS
Los cinco principales problemas citadinos de la vida cotidiana que son percibidos como principal fuente de problemas o conflictos entre las personas son el ruido que generan las y los vecinos, la basura tirada o quemada, problemas de estacionamiento, problemas relacionados con mascotas y los chismes o malos entendidos entre personas. La lista es larga, pero todos los factores de discusión y conflicto podrían llegar a mejores soluciones si las autoridades diseñásen nuevas y más efectivas políticas de diálogo y cultura de la paz entre la ciudadanía.
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