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#Opinión El G-20 y las redes sociales

Francesco Manetto

La cumbre del G-20 celebrada la semana pasada en Río de Janeiro estuvo marcada por la participación tácita de Donald Trump y Elon Musk. El presidente electo de Estados Unidos y el dueño de X, futuro miembro de la Administración republicana, fueron protagonistas, todavía ausentes, del cónclave de las principales potencias mundiales. Sin embargo, sí viajó a Brasil un portavoz oficioso de sus posiciones. El mandatario argentino, Javier Milei, ejerció de alguna manera como enviado de los dos magnates tras haberse reunido con ellos en Mar-a-Lago. La negociación del documento final fue agónica y desembocó en un consenso de mínimos por varias razones: la guerra en Ucrania, el conflicto en Oriente Próximo, pero también por las resistencias del economista ultra.

El Gobierno argentino manifestó su oposición “disociándose parcialmente de todo contenido vinculado a la Agenda 2030″, además de sumarse a regañadientes a la alianza contra el hambre promovida por el anfitrión, Luiz Inácio Lula da Silva. Entre las discrepancias manifestadas por la oficina de Milei figura, además, la disconformidad con la supuesta “promoción de la limitación de la libertad de expresión en redes sociales”.

La declaración del G-20 recoge en realidad una preocupación global por el deterioro de la convivencia digital: “La digitalización del ámbito de la información y la evolución acelerada de nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial (IA), han repercutido drásticamente en la velocidad, la dimensión y el alcance de la desinformación, el discurso de odio y otras formas de perjuicios en línea”. A partir de este diagnóstico, el texto hace hincapié en la “necesidad de transparencia y responsabilidad de las plataformas digitales en línea con las políticas relevantes y los marcos legales aplicables”. La retórica libertaria juega con la idea de ausencia total de regulaciones o la ilusión del free speech que enarbola Musk, aunque todo lo que se escribe y se lee depende en última instancia del algoritmo, el verdadero director de orquesta de una red social, cuyos criterios de transparencia son a menudo discutibles. Bluesky ha incorporado un esquema que permite escoger contenidos y decidir, en definitiva, a qué conversación sumarte. Pero los algoritmos clásicos se nutren de la confrontación.

Una vez terminada la cumbre del G-20, Milei aprovechó para revolverse contra el periodismo, apelando precisamente al principio de libertad de palabra. En un largo mensaje publicado en su cuenta de X, el político ultraderechista se dirige a los informadores afirmando primero que “gran parte del periodismo” actúa con deshonestidad y acusando incluso a los comunicadores de practicar la extorsión. La confusión entre la información y las actividades delictivas da una idea de la premisa del presidente argentino. “Sin embargo, gracias a la tecnología, los celulares y las redes sociales, los delincuentes del micrófono hoy ven que sus víctimas no solo han logrado desatarse sino que además tienen gran capacidad de respuestas”, escribe.

Milei insiste en el planteamiento de Musk, según el cual los usuarios de las plataformas digitales se han convertido en medios de comunicación. “Gracias a las redes sociales se les terminó el privilegio de casta que han tenido durante tanto tiempo y que han ejercido con tanta violencia. Por eso, acepten que el mundo cambió para bien y a ustedes se les acabó el monopolio de la palabra. Es hora de que laburen honestamente. Les llegó la hora de competir de modo limpio. Sí, ahora van a ganar menos dinero pero eso es normal en un mercado libre”.

En cualquier caso, como siempre, el asunto va más de afinidades políticas que de libertades. Al día siguiente, Milei se hizo eco de una intervención del presentador Esteban Trebucq a propósito de una entrevista en la que le acusaron de hacerle el juego al Gobierno. “El presidente agarra Twitter, escribe lo que quiere y sale en todos los lados”, dijo Trebucq. “Por suerte hay periodistas que son verdaderamente honestos”, replicó Milei.

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