COLUMNAS

CON EL ESTÓMAGO VACÍO NO HAY LIBERTAD DE EXPRESIÓN

POR: NÉSTOR Y. SÁNCHEZ ISLAS
En el contexto del Día Mundial de la Libertad de Prensa y del cercano 40 Aniversario de la Asociación de Periodistas de Oaxaca he sido invitado para participar en esta mesa con el tema: “Perspectiva de Medios en Oaxaca”.
Más conocido es en nuestro medio el “3 de mayo” como el día “de la Santa Cruz” o de los albañiles que de la libertad de expresión. Esta diferencia nos hace ver que, aunque nos moleste, para la gran masa de la población esta fecha tiene más importancia en un sentido muy diferente al que nosotros le damos.
Perspectiva es un término muy usado en la arquitectura o la pintura y nos refiere a una mirada en profundidad de una superficie plana. Para nosotros, en esta mesa, deseo tomar otro significado para el mismo término, en este caso, en su acepción de ser un punto de vista desde el cual se considera un asunto.
La libertad de expresión es un claro contra peso del poder, cualquiera que sea quién lo ostente; aunque por definición, la libertad de prensa solo puede existir en los modelos de democracia liberal, jamás en las dictaduras. Sí en México tenemos libertad de expresión es porque no padecemos una dictadura, al menos por el momento, no sabremos después de las próximas elecciones.
Dice la ONU: «Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión».
Teniendo en cuenta ese derecho, el Día Mundial de la Libertad de Prensa es una oportunidad para:
celebrar los principios fundamentales de la libertad de prensa;
evaluar la situación de la libertad de prensa en el mundo;
defender los medios de comunicación de los atentados contra su independencia, y
rendir homenaje a los periodistas que han perdido la vida en el cumplimiento de su deber.
De las muchas miradas que debe haber sobre los medios en nuestro estado hay dos que considero que están en los primeros lugares y uno de ellos tiene que ver con la tecnología y su avance imparable y, el otro, con los bolsillos de quienes ejercemos este oficio, es decir, con el modelo de negocio de esta nueva era de la prensa digital porque, sobra decirlo, si no hay un ingreso que sustente la edición y publicación del medio, aunque sea digital, éste desaparecerá.
La mayoría de quienes aquí estamos aprendimos el oficio, y algunos lo estudiamos como profesión, en otra era anterior, la era de la prensa escrita tradicional, una época que terminó hace ya algunos años.
Casi todos estábamos familiarizados con aquellos talleres en los que privaba el “santo olor de la tinta impresa”, como definía José Muñoz Cota a las imprentas en que se producían diarios y revistas. Hoy esos talleres están en retirada, aunque jamás en extinción, porque el papel impreso jamás dejará de tener vigencia.
Los antiguos, ruidosos y olorosos talleres están siendo sustituidos por la mesa del café, el sofá de la casa, el asiento del transporte público o la soledad de la noche en que, con un moderno ordenador o tableta, dejamos atrás los linotipos, prensas, fotomecánica o negativos que antes eran indispensables. Una sola persona puede hoy hacer el trabajo de un grupo de obreros de los de antes.
La perspectiva actual, como la pasada y futura del periodismo en México, está estrechamente maridada en una relación perversa entre el poder político y los periodistas, entre los que existe la exigencia recurrente por la democratización en la contratación de la publicidad oficial, sustento indispensable no solo para los medios de provincia, sino para la gran prensa nacional.
La relación prensa gobierno es un maridaje a conveniencia cargado de una historia de tensiones, silencios entendidos, de abusos y agresiones hasta mortales. Esta relación pervertida tomó carta de naturalización a partir de las revoluciones de la segunda mitad el siglo XIX, y se profundizó con el régimen surgido de las revoluciones del siglo XX.
Se esperaría que la próxima promulgación de la Ley de Comunicación Social corrigiera el desequilibrio en la contratación de las pautas oficiales en los medios, sin embargo, dicha ley no es la que México necesita por la simple y sencilla razón que en ninguno de sus artículos hace una justa regulación para la equitativa compra de publicidad y si, en cambio, concentra en la Secretaría de Gobernación el manejo del padrón de proveedores, otorgándole a una instancia de control político, el control de la publicidad gubernamental.
La ley ordena que cada estado armonice sus propias leyes y regulaciones para estar acorde con la legislación federal. Por tanto, habría que esperar que sea la Secretaría General de Gobierno la que asumiera ese control en el estado. La prensa no solo tendrá que estar pendiente en las oficinas de Comunicación Social, habrá que ser del agrado de Secretario General también.
La nueva ley no promete una mejor perspectiva ni para los periodistas ni para su ejercicio profesional de la libertad de expresión. Hoy existe un riesgo latente contra la libertad de expresión a nivel nacional dado la probada intolerancia del candidato presidencial puntero a la crítica, así como la de muchos de sus seguidores. Probablemente su llegada nos regrese al nacionalismo revolucionario no solo en lo energético y educativo, sino también en el control corporativo de la prensa.
Como dato histórico es necesario recordar que fue el régimen surgido de la Revolución el que instrumentó el control corporativo de la prensa y la usó a conveniencia para legitimarse. En 1929 se fundó “El Nacional”, entonces órgano oficial del PNR y se obligó, desde entonces, por medio de presiones a la gran prensa de la época a tomar el línea dentro del cauce oficial.
Fue Lázaro Cárdenas quien perfeccionó el modelo. Amplió los instrumentos de control del Estado frente a la prensa con el establecimiento del Departamento Autónomo de Prensa y Publicidad que centralizó la información del Estado. Las nuevas generaciones no la conocieron, pero el cénit del control fue la famosa Proveedora e Importadora de Papel, PIPSA, en manos del gobierno.
Los que hoy ejercemos profesionalmente la libertad de prensa y expresión nacimos en un mundo que ya no existe y trabajamos en una profesión que dejó de resolver el problema para el cual nació: proveer información. Hoy, si algo tenemos de sobra, es información y desinformación gratuita por todos lados, en cualquier momento y lugar. Este hecho, perder la exclusiva en el manejo y difusión de la información, es la principal causa de la crisis del modelo económico de los medios en general.
Somos orgullosos herederos de uno de los más grandes inventos de la humanidad, la imprenta, misma que significó la masificación de la difusión del conocimiento. Hoy, esa misma masificación es uno de los principales problemas de los medios locales, aunque también es su propia oportunidad al convertirse, sí así lo deciden, en medios especializados para un público específico en ciertas zonas geográficas en los que los medios nacionales carecen de penetración e influencia. Este hecho podría explicar por qué los grandes periódicos, en medio de esta crisis, están abriendo ediciones regionales en cada estado: quieren su parte del pastel del futuro modelo de reparto de la publicidad oficial.
La información, que antes fue un bien escaso, es hoy hiperabundante y gratuito, provocando con ello la devaluación de los medios ante los ojos de sus lectores y de las instituciones de gobierno, cuyos funcionarios hoy desprecian olímpicamente la labor periodística porque, según su escaso criterio, ya no necesitan a la prensa, solo a un “Community manager” que les maneje sus redes sociales para viralizar su imagen y discurso.
El cambio de paradigma de la escasez de información a la escasez de atención por parte de los públicos debe ser la base de los nuevos modelos de negocio. Hoy lo que falta es contexto, datos y comprensión de lo que se lee. No basta ya con responder a las clásicas preguntas de cómo, quién, cuándo y dónde, es más importante responder el porqué, el para qué y las consecuencias.
La sobredosis informativa es uno de los problemas a resolver en nuestro futuro como periodistas y también es una de nuestras ventajas ante el público en general. La gente necesita filtrar el abundante flujo de datos y, mientras la inteligencia artificial y los robots no lo hagan por nosotros, será una oportunidad de trabajo para cada uno. Atención, el trabajo de leer, analizar y filtrar la información puede ser un nuevo modelo de negocios para los medios que quieran ofrecer información atractiva para ciertos nichos de consumo.
Filtrar la información no es fácil, se necesita que estemos bien capacitados y tengamos una amplia cultura general para poder hacer frente al enorme flujo de desinformación o “fake news” que saturan las redes sociales y que, a pesar del profesionalismo de muchos compañeros, en repetidas caen en la trampa de las mentiras por no contrastar con las fuentes necesarias.
El reportero de hoy debe seleccionar, validar y comprender los contenidos para su audiencia, por tanto, debe ofrecer las herramientas de contexto que le permitan al lector no solo conocer los hechos, sino también comprender su significado. Para esto último será necesario que nos mantengamos actualizados en las modernas formas de investigación a través de la red. El periodista de hoy debe proporcionar los antecedentes, sus consecuencias y la importancia de los hechos, para poder competir ante la abundancia informativa.
Ante la competencia mediática, lo de hoy se centra casi exclusivamente en ganar la atención del público, aunque desde el punto de vista ético, esto no debe ser a cualquier precio, como podría ser la trampa de recurrir a la nota pornografía o roja y sus imágenes de sangre para captarla.
El periodista con el estómago vacío será siempre un ente vulnerable ante los cañonazos del poder. Y esta debilidad es bien aprovechada y explotada tanto por instituciones como por funcionarios con manejo de presupuesto para limitar la libertad de cada uno y manejarla a conveniencia.
La nueva ley de comunicación social no resuelve este problema y deja una perspectiva incierta para muchos medios regionales y la gente que en ellos labora. El modelo mexicano de prensa depende de la publicidad oficial, contrario a países en los que la prensa vive de la venta de publicidad y suscripciones. Este modelo de periodismo independiente permitió que, en los Estados Unidos, el Washington Post y un par de periodistas tuvieran el poder de tumbar al presidente en 1974.
La perspectiva económica es incierta, y mucho más en Oaxaca en que tratar de vivir de la venta de publicidad es una quimera. Ni hay grandes industrias ni comercios ni servicios y, la mentalidad del pequeño empresario oaxaqueño tampoco favorece el mercado publicitario. Los únicos que tienen dinero son el gobierno, los sindicatos y las organizaciones sociales, mismo que utilizan con perversidad para comprar conciencias.
Hasta hoy nadie ha encontrado en el mundo un modelo de negocio que resuelva al 100% las necesidades económicas de los medios, por eso mismo, la independencia de los periodistas y la libertad de expresión estarán sujetas a la buena voluntad del funcionario que esté dispuesto a firmar convenios con los medios de su agrado. Aquella famosa frase de José López Portillo tiene total vigencia: “no pago para que me peguen”.
El manejo patrimonialista de los recursos públicos es uno de los grandes problemas de México y uno muy fuerte para la prensa. Se suponía que con la nueva ley esta situación debería cambiar, pero no fue así, nada hay en ella que democratice la compra de publicidad por parte del gobierno.
Ver el futuro de la prensa en Oaxaca es meterse en camisa de once varas. Hay muchas visiones de lo que debería ser, tanto desde el punto de vista político, como social, cultural, étnico, religioso, moral y mucho más. Pero me parece que resolver los aspectos tecnológicos y económicos son los primeros en la lista porque es tan sencillo como que, si no hay medios y periodistas, los otros problemas no existen.
El aspecto tecnológico es complicado para los adultos más no así para los jóvenes a quienes se les considera nativos desde el punto de vista digital. En su mundo no existe la prensa que conocimos, la que se hacía en las madrugadas con tinta y papel. Hoy, casi todo lo que necesiten les llega directamente a su celular.
Existe una brecha generacional, cultural y profesional en el medio. Las viejas guardias del periodismo se forjaron en la práctica y vivencias diarias en calles y pueblos, los nuevos periodistas se están formando en las aulas de las escuelas de comunicación.
La prensa oaxaqueña, como la de todo el mundo sufre dos crisis, una económica como resultado de la pérdida de poder adquisitivo. La otra crisis es la tecnológica, que ha obligado a los periodistas a evolucionar a pasos agigantados.
La digitalización ha traído grandes beneficios, pero ha creado graves problemas a los medios masivos. Hoy, la información no tiene fronteras, lo que le ha quitado competitividad a la información manejada de forma tradicional.
Han caído barreras y, por ello, multiplicado la competencia. Hoy es mucho más barato abrir un medio (portal digital) que hace 50 años abrir un periódico. Quizá sea leyenda urbana, pero a diferencia de décadas pasadas en que había hasta 12 periódicos, hoy existen cientos de portales digitales, todos repitiendo la misma información.
Ya no es necesario esperar al otro día para informarse ni dependemos totalmente de una hoja de papel impreso. Hoy la información es instantánea y con múltiples soportes para proyectarse, como celulares, tabletas o computadoras. Los contenidos ya ni siquiera duran 24 horas, ahora es necesario crearlos de forma continua.
Se terminó con el monopolio de la información en manos de los reporteros, hoy cualquiera puede difundirla a través de las redes sociales, al instante y sin costo.
El modelo de negocio de venta de publicidad y ejemplares se está acabando, lo que les ha quitado todo el soporte económico a los medios y, en Oaxaca, la publicidad oficial es la fuente de oxígeno de cada uno.
Por tanto, para mantenerse en el negocio, los medios y los periodistas deben desarrollar sus destrezas tecnológicas, saber procesar la información de acuerdo con las nuevas necesidades de una sociedad saturada de información; saber usar el lenguaje que la gente para comunicarse y ser versátiles en el manejo de los nuevos procesos editoriales para redefinir sus rutinas y flujos de trabajo.
A pesar de todo, no debemos perder la esperanza en que la perspectiva futura de los medios es prometedora, sobre todo para las nuevas generaciones que ya nacieron en medio de esta trasformación tecnológica. Curiosamente, ahora la gente les presta más atención a los medios que nunca, por tanto, ya no son los periodistas los que vigilan al poder, es la gente la que vigila a la prensa.
Los recursos de que ahora dispone el periodismo jamás habían existido antes, por tanto, tenemos mejores herramientas para cumplir con la misión social que tenemos, renovando contenidos y lenguajes y dejar de usar las herramientas de hoy para pretender seguir haciendo el periodismo de ayer.

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