COLUMNAS

Jóvenes en peligro… y peligrosos

PASCAL BELTRÁN DEL RÍO/EXCELSIOR

Es una tragedia lo que la violencia está haciendo en la juventud mexicana.

En 2015 murieron 34 mil 060 personas de entre 15 y 29 años de edad, de acuerdo con el Inegi. La principal causa de muerte fueron las agresiones, uno de cada cuatro fallecimientos. Las lesiones autoinfligidas se llevaron a uno de cada doce jóvenes.

El asesinato de los tres estudiantes de cine en Jalisco nos ha hecho reflexionar sobre los peligros que corren los jóvenes en México hoy en día.

En el desplegado en el que la UNAM y la UdeG, las dos principales universidades del país, exigen una investigación exhaustiva sobre ese triple homicidio y acciones inmediatas para frenar la violencia viene un dato estremecedor: más de la tercera parte de los desaparecidos son jóvenes.

Hay consenso en nuestra sociedad de que algo tenemos que hacer para poner a salvo a la juventud. Y la preocupación no es en vano: los jóvenes representan el futuro y la esperanza del país.

Lamentablemente, se ha dejado de lado otro aspecto fundamental del problema: muchos de los que están agrediendo a los jóvenes son también individuos que no pasan de los 30 años de edad.

No podemos resolver una cosa sin atender la otra. En el caso concreto del triple crimen en Jalisco, uno de los que están sujetos a proceso es un rapero que está acusado de haber disuelto los cadáveres en ácido, un muchacho de apenas 20 años de edad.

Toda esta discusión ocurre en el mes que dedicamos a los niños y en el primer mes de la campaña electoral.

Entre las propuestas que usted ha escuchado de parte de los aspirantes a la Presidencia, ¿cuántas tienen que ver con la niñez?

Por supuesto, cuatro de los cinco candidatos estuvieron en la firma del llamado Pacto por la Primera Infancia, promovido por 300 organizaciones civiles, hace dos semanas.

Sin embargo, fuera de ese y otro acto protocolario –un compromiso ante Unicef–, ¿cuánto tiempo han dedicado a los niños? Nada. Seguramente porque los niños no votan.

La falta de interés en ese tema es grave porque mal harían los candidatos, y mal haríamos todos, en pensar que se pueden resolver problemas como la impunidad, la violencia y la corrupción sin pensar en la niñez.

Es ahí donde se incuban los problemas que enfrentamos. Algo falló en la infancia de los corruptos, los secuestradores, los narcotraficantes, los asesinos. Seguramente faltaron el afecto, el ejemplo edificante de una figura adulta, la educación, la alimentación, el estímulo y el juego.

Difícilmente podemos comenzar a pensar en arreglar lo que está mal en México, cosa que nos tomará una o dos generaciones, si no comenzamos por la niñez.

Hay suficiente conocimiento sobre la sicología humana para saber que en la infancia se incuba la personalidad futura del individuo.

Un niño maltratado, mal alimentado y que crece sin valores, como el respeto a los demás, tiene más posibilidades de convertirse en un adulto con propensión a hacer daño a sus semejantes.

Sería bueno conocer algo de la crianza de niños como el rapero. ¿Dónde nació, cómo fue tratado, a qué escuela fue, qué aprendió, qué comió, cómo se relacionaba con los demás?

Algo terrible debe haber sucedido con ese muchacho para que se haya convertido en el ser que se ve en los videos de su canal de YouTube y para que, a decir de la investigación de la Fiscalía General de Jalisco, dedicara parte de su tiempo a disolver cadáveres en ácido.

He leído algunos perfiles de los estudiantes asesinados, que los retratan como jóvenes creativos y responsables, pero no he podido conocer mucho acerca de la vida del rapero, que incluya datos como los que menciono arriba.

Hace unos años, aquí en Excélsior hicimos un perfil del homicida sentenciado en México, sacando un promedio de diversos indicadores con base en las estadísticas del Sistema Municipal de Bases de Datos (Simbad) del Inegi.

Resultó que el homicida típico en México tenía entonces veintitantos años de edad, vivía en un entorno urbano marginado, había tenido algunos trabajos eventuales como chofer y –un dato que me pareció muy relevante– había abandonado los estudios en la secundaria.

¿No sería lógico que el Estado mexicano se concentre en lograr que los niños que ingresen en secundaria terminen el ciclo y pasen al siguiente?

Tal vez mantenerlos en la escuela no sea una garantía absoluta de que no se enlistarán en la delincuencia, pero es un principio.

Algo muy grave está pasando en la infancia y la juventud de los mexicanos de hoy. Le doy este dato: entre 2000 y 2014, la tasa de suicidio pasó de 3.5% a 5.5 por ciento. Ojalá los candidatos tomaran nota.

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